La historia de Víctor Renaud
Llegás a “Mundo Claro” de la mano de quienes conocemos parte de tu historia. Sorprendente tu valor y tu fuerza de voluntad. Tu paso tranquilo no parece ser el que vivió tanta locura y desorden provocado por la adicción al alcohol. Hoy todo cambió, tu paso y tu mirada clara muestran tan enorme esfuerzo por alejarte de aquel infierno.
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(Víctor, por Lucrecia) |
Me miraste y me dijiste sorprendido ¿a mí? ¿Por qué? Y mi respuesta te estremeció – porque eres ejemplo de que se puede salir, pero más aun de crear conciencia en los jóvenes para detener este mal; que arruina, oscurece y detiene en un tiempo ilógico cualquier proyecto de vida. Y vos me aseguraste que todo se pierde; familia, trabajo, ganas de vivir…
Hoy recuperado podés contarnos tu historia con una coherencia increíble, porque todos sabemos las secuelas de la adicción.
Nací en Plaza Winkul (Neuquén) mi madre fallece en el parto, me cría mi padre; un hombre nómade, fallece cuando yo apenas tenía 10 años. Recuerdo aún el momento en que me retiro la policía preguntándome por algún familiar y recordé que tenía unos abuelos en Tres Arroyos, allí me llevaron y fui criado por la familia Alvarado. Mi tía hermana de papá fallece al poco tiempo de conocerla, me quedo con mi tío, dueño de un mercado. Su gran pena lo lleva a desahogarse en el alcohol, y yo a la edad de los 13 años comencé a acompañarlo, paseo nefasto de comprarle bebida y mirarlo, me llevó a probarla.
Trabajé mucho, soy gastronómico, me inicie en “La Perla” (confitería reconocida de Tres Arroyos) hasta que a los 18 años comencé mi viaje recorriendo muchos lugares de la Argentina. De la mano del alcohol todo lo perdía en el camino, todo lo que quería se me esfumaba; familia, amigos, trabajo. Tuve la oportunidad de conocer a mi hermano mellizo a los 30 años de edad criado por la familia de mi madre, no sabíamos de la existencia uno del otro. Fue una experiencia sorprendente.
Llegué a Claromecó en el año 1994, y la rueda continuaba, debo reconocer que siempre busque ayuda, en Alcohólicos Anónimos, en la Iglesia Evangélica, etc. Nada daba resultado.
Hasta que un día, allá hace 7 años, una noche de locura en donde todo era válido, hasta el alcohol puro, escuché una voz; una presencia extraña, mágica, celestial que me dijo -no tomarás más- y al otro día ocurrió el milagro. Ya hace 7 años que no tomo alcohol y lo siento como un milagro, mi vida cambio, comencé a mantener jardines, y a comprarme herramientas. Hoy tengo mucho trabajo y me siento feliz.
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